Ha llegado el otoño…
Florece del suelo
con el dorado remanso
de hojas mustias sobre
el viento árido y seco.
He soñado largas horas
en tantas rotas noches
para extrañar menos
entre tanto anaranjado.
Con tantos
ocres
en el florecer del suelo
el alma también florece.
El otoño aprende a soltar
lo que no le pertenece:
Las hojas secas
de un árbol dormido.
Solo quise quedarme
en las paredes solitarias
de su rincon con el calor
de las hojas ocres que
llenan mis pasos
con un caminar lleno
de una abrupta melancolía.
El crujir de las hojas
me hace remembrar.
Aunque no sea verano
mi corazón vuelve a latir
con el crujir de las hojas.
Me cuesta a veces entender
que los recuerdos no son
un premio sino un castigo
por dejar el escape donde
en una vez desperté feliz.