Llegas al punto...
En que escribir
sobre lo que te duele,
no te libera más.
Te encadena.
Algunas cosas
hay que dejarlas
que mueran en paz.
Sin ningún
epitafio
y perdonar a quien un día:
Te sangro el corazón.
He aprendido a perdonar,
porque es imposible caminar
feliz por la vida con tantas
heridas abiertas sangrando.
He aprendido a gritar
callado. Convertir el eco
de mis gritos en versos.
A vencer mis miedos,
acunar mi libertad.
A soñar despierto
en medio de la multitud,
mientras el silencio
me trae a la realidad, callado
a una serenidad absoluta.
He aprendido
las mejores lecciones
tras las sombras del silencio.
Pude haber, simplemente,
descartado la duda.
Desangrar el palpito
de mi corazón.
Pero No…
¡No¡
¡No pronunciar promesas
solo para llenar los tiempos
muertos. Obviar las respuestas
que me obligaron a discernir
solo por intentar que lo inevitable
fuera algo imposible!
Mis noches,
no encuentran saciedad
en la oscuridad.
No se conforman
con un claro de luna
ni un cintilar de estrellas.
La noche llega y erizar
mi piel mientras mi mente
se desliza, sutil, por la orilla
de los deseos que la noche
olvidó al firmamento.
Ahora solo sabe abrazar
la tiniebla que me adormece
el alma con el ultimo suspiro
que le entrego al viento.