Las hojas secas de otoño
me entristecen. Igual,
los llanos verdes bañados
por los rayos plata de luna.
Me arropo con la fría
lapida
donde dejo mi
congelado
corazón mientras el
aullido
de la aurora ensórdese:
Mi espíritu.
Te adorne el cuello
con joyas de oro y
plata.
Aun así, en los
escalones
de un orfanato
abandonas mi sentir.
En la letanía,
la viñera de la vida
no dará frutos.
Las uvas no
derramaran
en la copa de recuerdos
las promesas de la vida
ante el
huracán
de mis tormentos.
Nunca has de saber...
Esfinge de hielo y
nieve
en el árido desierto
del Sahara aquello
que en madrugadas
rozo las cicatrices
en mi piel donde al
caer
diluvios de arena y viento
se deshizo
el nido bajo
la lluvia, la rama
quebrada
donde anidaba.
¿Inadaptado y cursi?
¿Por sentir el amor
sin necesidad de
hacerlo?
¿Por vivir entre
imperfecciones
sin ambicionar lo
insuperable
sino la metamorfosis de un sueño .
Sera acaso el por qué
fluyen
por mis venas
mililitros
de poesía?
Irremediablemente
inadaptado y cursi,
intentando atrapar el
amor
con mis manos huecas
mientras la tierra redondea
el sol en busca de otro otoño
para renacer en primavera.