Sólo mis alas me abrigan,
mi pluma sabe tu antologia.
Tu boca sabe el rozar de mis labios...
El viento sabe dónde el olvido
guarda nuestros preciados recuerdos.
Hicimos tantas, tantas cosas.
Afuera...
En el silencio del olvido,
en este mar de incertidumbre,
preso de los días hastiados,
con el corazón en velo
y la soledad a flor de piel.
Afuera y tantas veces dentro...
Te extraño.
En esta silenciosa soledad pigmentada
de azulejos pálidos, las nubes
reflejadas en las cóncavas pupilas
de mis ojos, ninfas de olas bermejan
lagrimas saladas en turbas de matojos.
Fluyen en mis versos como corrientes
de silabas y verbos de estrofa a estrofa
buscando el vado álgido en el exilo.
El olvido, a la orilla del cielo y horizonte
se lava de la salmuera dolorosamente
del desgarrado alfanje del destino
derramándose gota a gota
en el sismo del olvido...
Al límite vacuo y distante
donde la penumbra esconde su murmurar
en la umbra del horizonte brumo
con el silencio que cubre de añil...
El alma a cada instante.