
Aférrate
a mi ausencia,
de mí
mismo. Abrázate...
Al vacío de mis soledades,
de
todas las cosas que pasan
y
giran al son de las manecillas
del
tiempo. Reloj sin cuerda marcando
en
otra dimensión en algún punto
entre la
partida y el quien sabe cuándo.
Donde parece
no haber un horizonte.
Camina
sobre mis huellas...
Recorre
con tu memoria mi silueta
delineando
con tus pupilas
hasta
que me aparezca
reflejado
en la mesa...
Y la
luz conforme mi silueta.
Ausente
a la vida.
Del
mundo...
Detente
en mi ápice
mientras
muerdes mi boca
en el
encuentro de nuestros labios...
Donde
reside el gene.
Paraíso
de las emociones
hasta el abismo de los dolores
que cantan
en el viento.
Inerte,
casi inmóvil...
Como
la rama en ausencia del viento.
Sombra
en el ángulo del tiempo.
Paciente
y al mismo tiempo ávida
a que
la noche se haga día
y la
luna de paso al sol saliente
incondicional a su vida.
Oscilante
equilibrio
entre
el silencio y la palabra
en la
tregua post batalla
donde
computar los deslices...
Se
sepultan bajos dos palmos
de
olvido sin un por si acaso.
Sin
mas pena que gloria avante
perdida
en el aliento vagabundo
de ensueño
exilado al desuso
en el
único eco superviviente
rebotando
en los rincones
de la
mente en las lagunas...
Del recuerdo
y el olvido.