
Ciego.
Sordo.
Mudo Silencio...
Verte, no quiero
porque me atas la memoria.
Me perturbas y enciendes
las cenizas de mis lujurias
incitándome a pecar.
Oírte, no puedo
porque el raspo de tu voz
susurra atrevidos instintos
que me elevan alcanzando
infinito éxtasis.
No debo hablarte
porque mi boca al nombrarte
se olvida de la coherencia
y rompe a gritos y gemidos
que provocas en mi
permitiendo renacer la gula,
la avaricia y toda el ansia
y deseos que llevo dentro...
Le tengo envidia al estruendoso
rugir del silencio cuando...
Entra y sale. Sale y entra
de la cueva del olvido
derramando su blanco manto
sobre las húmedas paredes
de los rincones del pretérito
imperfecto del verbo: Amar.