Con puñados de arena
en el desierto cambiaste
las dunas de mi Sahara
donde crecían dulces fresas rojas
en mis áridas primaveras.
Fruto de mi acierto con sapidez
a canela y jengibre…
Lo despojaste de esencias dulces
y amargas al mismo tiempo
hasta las raíces del tiempo
sacudiendo las esencias naturales
de ventiscas infelizmente desnutridas.
Y luego, no satisfecha,
como huracán en el sur
con polvo y agua menuda
congelaste con indiferencia
el rayo que mantenía su porte.
La estaca fría y desnuda
erguida ante la tempestad,
dejando arena baldía
para el buitre carroñero
que alimenta de apatía
con impune villanía
como si fuese un vertedero
tu agonía.