Mientras soñaba
en silencio,
he visto bailar
a mi sombra
por las paredes
de mi recamara.
He visto al sol
estrellarse
contra los
cristales de mi ventana
y sangrar luz.
Una luz azulada
que no ha podido
taponar mis heridas.
Porque fui luna
en tu espalda
cuando eras la
yegua de la noche
y me agarraba a
tus crines.
Los sueños
cabalgaban
hacia no más
quererte.
Hasta
enterrarlo en el mar
que nunca
pudieron otros
y lo logre hondo muy hondo.
He visto encogerse
mi cama
de tanto uso y
a los monstruos
deformarse
noche tras noche.
He visto
morirnos de tanto amar
el folleo
eterno follando la oscuridad.
He visto matar
tus deseos callándome,
callándonos,
siendo cómplice
de todos los
gemidos.
A veces converso
con lo que nos
queda.
En el calor del
sudor incandescente,
me siento
enfrente de mis ojos
y me hablo cono
si fuese ciego:
Grito que
solamente te ame.
Me abrazo como
si fuese el frío.
Los huesos y a
la sangre tiemblan
Con el último
orgasmo que tuvimos
y me ovillo
como terrible invierno.
Y te siento como
la muerte siente…
Que a la muerte
le gusta tanto la vida
y la vida no
huye de la muerte.
Son amantes de
la misma herida.
Me abrazo a los
recuerdos de mañana
y te muerdo los
labios como algo ilícito
y rebusco entre
tus senos
por si queda
algo de nosotros.
Luego sé que
luego es…
Sé que luego es tener
el corazón
entre tus muslos
y beber de tu cáliz
con los labios
como cuando quería
decirte
que era ciego queriendo
gritar
que solamente
te ame.