Entre sus senos guarecí
por un día el revoloteo
de mis alocados sueños.
Universo donde concilie
mis más aviesos deseos.
Fueron mis manos,
mis besos y caricias,
mis abrazos, el único
y más preciado
sustento en su santuario.
Allí…
Nos oramos verso a verso,
poseyéndonos de rezo a rezo.
Y nos acomodamos
entre nuestros cuerpos.
Sin descanso, nos comulgamos,
en descenso nos sudamos
y bebimos gota a gota el pudor.
Floreciendo nos amamos
en cada renglón
de nuestra plegaria.
Paraíso y lecho encontramos
entre las sábanas, ¡el cielo!
Cuán regocijo encontrarnos
beso a beso…
Sueño a sueño.
De rodillas sin fronteras
ni techos…
Como dos enloquecidos huyendo
a los confines del deseo.
Amor risueño y virulento:
Adictos para recorrernos,
a crear caminos donde llegar
y poseernos,
donde dibujar los senderos
de nuestras almas
con las yemas del pecado.
Hospedados en este hotel
perpetuo donde se reúnen
el ayer con el ayer,
el cielo y el mar sin un amanecer,
sin una oración para bendecirnos.